Esta tarde me contaron la historia de un hombre que ha regado hijos como quien reparte barajas.
Realmente es la triste historia de esos niños a quienes por seudónimo les llamaré los juanitos.
Cada uno de madre diferente, los seis hermanitos comparten el mismo destino. Excepto uno, el de su matrimonio actual que goza de la presencia de su padre. Los otros cinco son niños solitarios, enfermos, acorralados a una vida de miseria en la que no pueden soñar con tener más de lo básico, porque a su "padre" biológico le sobra el semen pero le escasea el corazón.
Las madres de los niños tiene que suplicar para recibir el sustento de los pequeños. Tener que mendigar a un hombre duro para poder enviar a los niños al doctor, o para que sus pobres pequeñitos puedan comprar los libros o asistir a la escuela. Me parte el corazón.
Por otro lado, ellas saben que el miserable corazón de pasa, invierte su dinero en lujos y juguetes tecnológicos como todos los hombres fascinados por los botones.
Y me pregunté en silencio, si Dios que todo lo ve, hará justicia a semejante egoismo. Y recordé una palabra que dice que el que no tiene para proveer ni para los de su casa, ha negado la fe.
Que heridas tan profundas deben haber en los corazoncitos de los juanitos por tener un padre descuidado que en el fondo no los quiere porque se quiere demasiado a si mismo hasta el punto que no esta dispuesto al sacrificio por ninguno de ellos.
Y recordé a mi Papá. Un hombre bueno, que se quita el bocado de la boca por darnoslo a nosotros y le pedí a Dios que me lo bendijera con abundancia. Y que siempre me dé a mi para darles a ellos. Dios nos guarde de caer en semejante pecado, sea con los padres o sea con los hijos.
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